carta_150
septiembre 11 de 1635.
(Tom. 111, fo1. 60.)
Pax Christi, etc. De Flandes no ha habido cartas [desde] hace más de ochenta días; por otras partes se han confirmado las nuevas de la toma que los nuestros hicieron del Fuerte de Schenk con otros dos, uno una legua de distancia de Esquenque [Schenkenschans] y se llama Goche, y el otro allí cerca.
Está, según dicen, allí el Sr. Infante con gran parte de su ejército para asegurar más aquello, y allanar el camino por donde se ha de socorrer. Los entendidos en aquellos países dicen es de tanto daño para los holandeses esta toma como lo fuera para nosotros, si el enemigo estuviera fortificado en Toledo, y libre el camino para tomar socorro. Las gracias se den a Dios, que ha sido cosa milagrosa. Intentó el de Orange [Guillermo de Orange-Nassau] socorrerlo con setecientos infantes mosqueteros antes que nuestro ejército se acercase, y la caballería se adelantó de suerte que los cogió en campaña rasa, y los rompió con muerte de los más.
El duque de Fernandina partió de Barcelona para Italia a 27 del pasado con gente y dineros. Los franceses dieron con diez mil nombres la vuelta del Casal para campear, y alguna caballería; tomaron un fuerte que quedó del sitio del Casal, cerca de un puente que está sobre el Po, donde había ciento cincuenta soldados de guarnición: se llamaba la Ballata.
A los arqueros mandan busquen caballos para acompañar a S. M y que les darán media paga. Con todo eso no está cierta la jornada.
En Roma, pasando por la calle, vio el maestro del Sacro Palacio a la puerta de un oficial una pintura del rey de Francia con dos ángeles que le estaban coronando, y una letra abajo que decía: «Por defensor de la fe, por conquistador de Alemania y por destruidor de la casa de Austria.»
Mandó quitar de allí la pintura, y queriéndolo hacer, llevaron a la cárcel al oficial en cuya casa estaba. Respondió la había traído allí un criado del cardenal Barberino para colocarla en marco, con lo cual bajó la cabeza y pasó adelante.
El duque de Lorena y su teniente el conde Juan Bret [Jean de Werth] han dado otra rota en la Lorena a los franceses, mayor que la pasada, a cuya causa el rey de Francia mandó al duque de Rohan entregase la Valtelina a los grisones y se viniese a Francia. La entregó a los grisones, a los cuáles tomó juramento no la desampararían ni darían paso a la casa de Austria, sin avisar a Francia y a los venecianos, y con tanto tomó el camino de Francia con su gente.
Su Santidad enviaba un nuncio a Flandes, del cual se tuvo noticia estaba ya en camino de Francia, y el Presidente del Consejo de Flandes, Rosa, en nombre del señor Infante despachó dos correos a toda diligencia, uno a Su Santidad diciéndole de parte del Sr. Infante que no enviase nuncio, porque no le recibiría hasta tener orden de España, y que al presente no la tenía; y al Nuncio que no se acercase a Flandes, porque no le recibirían de ninguna suerte sin tener primero orden de España, y que así se detuviese hasta que le avisasen otra cosa; con lo cual él está, detenido, y creo no irá la orden para que le admitan.
D. Baltasar de Haro, canónigo de Toledo y hermano del marqués del Carpio, tenía en su casa un lacayo, el cual había hecho tres muertes, y la una pocos días hace. Envió el Consejo provisión muy apretada al Corregidor para que con todo cuidado le prendiese, y con buena guardia le remitiese a Madrid: lo prendió y lo entregó a un alguacil de corte, el cual le metió en un carro con dos guardas. En el ínterin que se aparejaba el viaje fue a rogar por él D. Baltasar de Haro, pidiendo al Corregidor lo detuviese en Toledo, y que allí se examinase su causa. El Corregidor le enseñó la provisión, y cuán apretadamente mandaba le remitiese a Madrid. Él se fue, y juntando algunos clérigos y estudiantes salió en su coche, y alcanzando el carro pidió al alguacil le diese el preso. Este lo resistió y también las guardas; más los que acompañaban a D. Baltasar todos sacaron las pistolas, amenazándoles los matarían si no daban al preso. El alguacil requirió al D. Baltasar con la provisión, el cual se la pidió y quedó con ella; y viendo la violencia, haciendo mil protestas y requerimientos le sacaron al preso del carro y le pasaron al coche, y se volvieron a Toledo. Ha parecido esta acción muy mal; le han embargado los bienes y preso algunos criados, si bien los que salieron todos habían huido. No sé en qué parará; que es caso muy feo, aunque tiene quien le favorezca.
Remato con lo que seis días hace sucedió a un fraile con un veinticuatro, no sé si de Córdoba. Este tal fraile, viéndose sin dineros, se le hizo amigo, y cuando le tuvo granjeado le dijo su necesidad y enseñó unas letras entre otras que tenía de dos mil reales, los mil en plata y mil en cuartos. Le suplicó que en el ínterin que se cumplía el plazo le diese de comer. Él lo hizo, y cumplido el plazo de la una, le dijo se sirviese de ir a cobrar aquellos mil reales de plata, que no podía él ir por algunas causas que le dio. El caballero tomó su letra y fue en casa de Juan Fernández, el Jabonero, y le llevó la letra de los dos mil reales, y al punto le dio los mil en plata, y le dijo volviese de allí a dos días por los mil en cuartos. Él, despacio, dio en reparar si aquella firma era falsa, y de allí a dos días tuvo gente prevenida, y cuando el caballero volvió por los cuartos, le dijo: «Señor, esta firma es falsa; Vmd. me vuelva mi dinero, que con esto yo no haré otra demostración;» y él, ignorante del caso, dijo: «Señor, estas letras me las dio un fraile que está en mi posada, y yo por cortesía y amistad le he sustentado y he tomado este trabajo; vayan a él y averígüenlo.» Avisaron al teniente, y él fue a la posada y cogió al fraile. Lo llevó en casa de Juan Fernández, y lo careó con el caballero. Estaba allí detenido, y él le dijo: «Padre, ¿estas letras no me las disteis para que cobrase este dinero?» El fraile negó que las había dado. Lo llevaron a su religión, y al caballero a la cárcel. Volvieron a embargar al mesón, y hallaron en la valija del fraile otras cédulas falsas; y él, sabiendo su mala conciencia, se huyó del convento, y al caballero tienen muy apretado en un calabozo, el cual envió a llamar a uno de los nuestros, a quien contó esta historia.
Guarde Dios a V. R. como yo deseo.
Madrid y septiembre 11 de 1635. =Sebastián González. ==Al P. Rafael Pereyra, de la Compañía de Jesús.