Letters / Madrid / Sebastián González

carta_137

Madrid y julio 31 de 1635.

(Tom. 111, fol. 48.)

Pax Christi, etc. De Flandes vino el otro día por mar un capitán, el cual dijo que poco antes que él partiese había corrido voz falsa de que el Sr. Infante se había salido de los Países, y se había ido huyendo a Alemania (estratagema de los enemigos para hacer desmayar a los nuestros). En Bruselas se empezaron a afligir los nuestros y a desconsolarse, pareciéndoles que estaban desampara dos y expuestos al furor de los enemigos: tuvo noticia de esto el Sr. Infante Cardenal, y secretamente salió con poca gente y disfrazado de sus trincheras, y entró en Bruselas víspera de San Juan, y festejó la fiesta del Santo, y el día siguiente salió por toda la ciudad, con grande regocijo de ella y aplauso de sus ciudadanos, con que la mentira desvaneció, y quedó frustrado el intento de los contrarios.

Tres días hace vinieron dos correos, uno de Italia y otro de Flandes. El de Italia traía algunas cartas de Flandes, en las cuales se avisaba tenía muy buen golpe de gente y caballería, y que tenía por las espaldas a Picolomini a dos leguas; que el príncipe Tomás estaba con otro buen número de gente. Se espera alguna buena suerte. Dios nos la dé y vuelva por su causa.

Los franceses, después de la rota pasada del príncipe Tomás, se acercaron hacia Bruselas, lo cual le obligó al Sr. Infante a mudarse de Torlimon (Tillemont), donde estaba atrincherado, y ponerse entre Bruselas y Lovaina; lo hizo con tanta brevedad y secreto, que los enemigos franceses no pudieron ejecutar sus designios, que eran saquear a Bruselas, pareciéndoles que por no ser muy fuerte no habría dificultad, y con la mudanza inopinada del señor Infante desistieron; y por no irse sin hacer algo, quemaron y saquearon la casa de placer de la Sra. Infanta, que está en gloria, cosa que ha ofendido mucho a aquellos países.

El rey de Francia se ha dado por deservido de su general Xatilon (Chatillon) por no haber proseguido después de la rota del príncipe Tomás, y le ha escrito una carta muy pesada, y aun dicen le enviaba a prender. La ocasión que perdió era buena, por no tener entonces el Sr. Infante junta su gente, y estar sin dineros. Dios los debió de cegar para que no se malograsen tantos buenos católicos, y las iglesias y religiones no padeciesen la violencia que otros han experimentado de los herejes de Francia.

En París cogieron a un capitán aragonés que hace pocos meses estuvo aquí en casa; y como de todo se recelan, dieron en decir era espía, y por tal le quitaron la vida e hicieron cuartos.

La gente alemana que ha de estar a obediencia del marqués de Celada hizo una entrada por Tirol, en la Valtelina; tomaron el condado de Bormio y tres fuertes que tenían los franceses. El duque de Ruan (Rohan), con cinco mil hombres franceses, se retiró de los alemanes a Chiavenna se adelantaron seis mil y seiscientos, engolosinados de la victoria, y dieron en un pueblo bien abastecido de viandas y vino, y quedaron tales, que revolviendo el de Ruan (Rohan), y tomando un puente, los dejó cortados de los demás, sus compañeros, donde perecieron sin poderlos socorrer. A no haber habido este desmán, toda la Valtelina estuviera hoy par España, no obstante que han quedado con lo tomado, y los franceses solo con una plaza, y vienen a quedar casi cortados, porque de la parte de Alemania tienen los principales puestos tomados y fortificados los alemanes, y por la parte de Italia está el conde Cerbellón con la gente de Milán para cogerlos en medio.

De Milán avisan que el cardenal Albornoz estaba desahuciado.

Antes de ayer se hicieron las tramoyas en el Buen Retiro, que se habían suspendido por los varios sucesos que corrían los días pasados de desgracias, que no fueron ver daderos, y ya que estaba hecha la costa, les ha parecido lograrla. Hicieron en medio del estanque un tablado grande, y en él un bosque muy espeso con grandes montañas y árboles, fuentes, volcanes de fuego. La comedia fue: Los encantos de Circe, y peregrinación de Ulises y sus compañeros a tomar tierra en el bosque donde dio principio la comedia, en la cual hubo grande variedad de aventuras con excelentes tramoyas y muy exquisitas; luego vino en carro triunfal Circe por el agua, tirado de dos delfines, a deshacer los encantos, cosa de peregrina invención. Se remató la fiesta con danzas en tierra y en el agua; la riqueza de los vestidos fue increíble y la variedad de las cosas prodigiosa; duró seis horas, y se acabó a la una de la noche. La costa se deja al juicio, que por ser bueno el del piadoso lector, verá cuánta puede ser.

Aquí llegó de Sicilia un caballero en busca de un capitán que se llamaba D. Martin de Guevara, el cual, estando en Sicilia, había muerto a un hermano suyo alevosamente, y fue el caso que, habiendo sido muy amigos, riñeron sobre una mujer. Otros camaradas los compusieron, y proseguían en amistad; y viniendo un día en casa del D. Martin el muerto cansado, le dijo se echase en su cama y descansase; y estando dormido le dio un pistoletazo, del cual murió a pocos días después de haberse confesado. El hermano, agraviado de esto, le ha venido siguiendo por toda Italia, y llegó aquí; tuvo noticia acudía en casa del señor Almirante, y le fue allí a buscar, y topando con el mayordomo le dijo si conocía a D. Martin de Guevara, y dijo que si, que allí solía acudir, pero que no estaba allí. «Pues sírvase Vmd. de decir al Sr. Almirante que yo le vengo a matar por haber muerto a mi hermano alevosamente, y que, si este caballero es criado de S. E., mi hermano también lo fue; que solo le pido nos caree a los dos para que riñamos, y nos deje hasta que uno de los dos caiga muerto.» El mayordomo dijo que no era aquel recado para darle a su amo. «Pues Vmd. se quede con Dios, dijo el siciliano, que yo le buscaré.» Con todo eso se lo dijo al señor Almirante y S. E. avisó al D. Martin se guardase. Quiso su desgracia que un día le encontró el siciliano, y dijo si le conocía; respondió que sí. Él le dijo si se acordaba había muerto a su hermano; respondió que sí, y que estaba bien muerto: entonces el siciliano sacó con gran presteza una pistola, y le dio un pistoletazo, y dio con él en tierra; y aunque turbado, y sin capa y sombrero, se fue y se metió en San Martin, donde dicen esta. Murió allí sin confesión el D. Martin de Guevara, y es de advertir que, contando él la muerte de su contrario, dicen solía decir no le pesaba sino de que hubiese tenido lugar de confesarse: a él no se le dieron.

Días pasados echaron en la cámara de S. M. la siguiente décima:

Dama de gala y valor

Fue España; agrado y respeto,

Si perdiera por su peto

Ganaba por su armador.

El mar retiro al humor

Hueca, y bandas de banderas;

Galas hace de galeras

Sin Holanda y poca Gante,

Pide para guarda-infante

Y sisa para polleras.

Con motivo de la fiesta última de toros, el Conde-Duque escribió al Rector de nuestro Colegio el billete que copio:

«Anoche tarde supe el rumor y dificultades que Su Paternidad había movido sobre que cuatro religiosos de la Compañía (que no habían visto en su vida fiestas de toros por ser extranjeros de este Reyno) fueron a verlos a instancia mía a un aposento cerrado y de una ventana de cilugía (sic), yéndose a comer allá porque la hora de entrar fuese sin gente; y todo esto no solo sin instancia suya (que no la hubo, como caballero y como cristiano), sino que negocié del Sr. Nuncio que les pusiese precepto. Confieso a N. P. que lo he sentido vivamente; y si supiera que los demás de la Compañía obraban de la misma manera, perdería totalmente la afición y estimación que tengo de su santa religión; pues esta acción tan afectada sobre punto tan insustancial intrínsecamente y tan indiferente parecería de menos solidez de la con que en todas las ocasiones obra la Compañía, y pudiera juzgar de su parte menos estimación de la que debe hacer de lo que la deseo servir. Y concluiré con decir a V. P. que espero de la prudencia del P. General reprenderá a V. P. lo que ha hecho; y si no lo hiciere su P. Rma., dirán sus émulos que lo hace porque no vea nadie las acciones hermosas de los españoles (cosa que no creo), sino lo primero firme y constantemente. Y soy tan claro, que he querido que V. P. sepa el sentimiento que tengo de lo que ha obrado apartado de toda razón; y si no creyera que los de la Compañía que sienten mejor lo condenaran, quedara con el sentimiento que he dicho. Dios guarde a V. P. muchos años. De Palacio a 31 de julio de 1635.»

De mano propia decía:

“Ofende mucho a la Compañía si funda su estimación en que no vean toros los de ella, de que la he oído alabar; ni será cosa para ponderalla, ni caer en ello nadie, y más con las calidades que he dicho, y alguna que otra vez los habrán visto los que no son extranjeros. D. Gaspar de Guzmán”

Sebastián González al P. Rafael Pereyra, de la Compañía de Jesús.

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