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Carta del P. Pedro de Mendoza, de la Compañía de Jesús, escrita al hermano Antonio de Robles, a Roma, su fecha en Alejandría de la Palla, en que da cuenta de la traición que se descubrió de los que querían entregar aquella fuerza a franceses. En 1 de julio de 1635 años.
(Tom. 111, fol. 84 v.)
Pocos días hace que escribí a mi hermano Robles dándole cuenta de las cosas de por acá: ahora en esta le avisaré de lo sucedido después acá. Por poco éramos ya en manos de franceses, y porque quizá de este caso escribirán allá de Milán alguna cosa apócrifa, quiero yo, que estoy y he estado aquí presente, contar al hermano el caso como pasó, porque lo he sabido de los mismos que gobiernan el negocio. Un D. Diego de Sotomayor, hijo de padre español y madre milanesa, y un tal Garro, natural de esta ciudad, hace muchos años que estaban desterrados de este Estado por diversos crímenes y excesos cometidos. Estaban en Monferrato; pero como son inquietos y bulliciosos, para entablar mejor el juego, se ofrecieron al Sr. D. Carlos Coloma (el cual es castellano de Milán y maestre de Campo general de las armas en este estado, y ahora por orden del cardenal Albornoz está aquí para defender esta plaza, como tan importante), que serían sus espías de lo que se hiciere en Monferrato; pero la verdad es que eran espías dobles, y como tan prácticos de esta ciudad habían informado a los franceses cuál fuese la parte más flaca y menos guardada de ella, por donde se podía fácilmente escalar. Por otra parte, daban a entender a D. Carlos que el grueso de los franceses que había en Monferrato, se encaminaba la vía de Plasencia para juntarse con el de Parma, y que sería bien que enviase la más gente de guerra que pudiese hacia Pavía para estorbarles el paso, supuesto que Alejandría no tenía ahora necesidad de mucha gente, pues no había peligro por acá; y esto hacían para que los franceses cogiesen la ciudad desapercibida y con poca gente. Era, pues, el concierto que el día de Santiago marchase poco a poco todo el grueso de franceses hacia Plasencia, y que a la media noche 500 caballos con otros tantos hombres a las ancas se volviesen sobre Alejandría, y por dos partes de la muralla que eran flacas y desmoronadas y menos guardadas, hiciesen dos escaladas, y apoderándose de dos puertas que estaban allí cerca, abriesen al restante del ejército (el cual debía acudir luego), y para que esto sucediese mejor, habían concertado de ir enviando alguno. días antes hasta 50 hombres disfrazados y con diferentes trajes en la ciudad, que estuviesen escondidos en ciertas casillas de su arrabal, y que en oyendo el ruido tocasen al arma dentro de la ciudad y tomasen el apellido de Francia, para que los nuestros, pensando que los de la ciudad apellidaban por Francia desmayasen, y quién sabe si hubiera habido algunos mal contentos, los cuales viendo el rio revuelto se les hubieran allegado. La verdad es que el negocio estaba bien tramado, y que sin duda hubieran salido con ello, como todos confiesan, y en tal caso pobre Alejandría puesta a saco y por manos de franceses. Pero Nuestro Señor, a quien no agradan traiciones, quiso que se descubriese ocho días antes, y porque los dos, digo D. Diego de Sotomayor y el Garro, iban y venían a Alejandría, fueron presos, y con buenas guardas enviados a Milán donde se verá su causa.
Ahora se está con mucho cuidado; se va fortificando aprisa la ciudad; de noche en particular se está con las armas en las manos. El mismo gobernador duerme en las murallas; han hecho venir mucha gente de guerra, y en particular muchas compañías de caballos y de corazas, de las cuales cada noche dos o tres baten los caminos hasta los confines, y cada paso vienen a dar aviso de lo que pasa. De Nápoles nos ha venido un grueso de españoles, soldados viejos, y otro de napolitanos, toda gente escogida. Los franceses le salieron al camino para estorbarles el paso, y les tenían armada una emboscada; se supo acá, y luego les enviaron refresco de víveres, armas, munición de guerra y tres compañías de corazas que les hagan escolta, así los aguardamos en breve.
El Créquy, que estaba en el Casal, ha salido en campaña con grueso de gente, parte franceses y parte monferrainos; no sabemos para dónde; estaré a la mira. Todos los de las villas, lugares y casinajes vecinos traen a prisa los trigos y todo lo demás en la ciudad, porque no están seguros en el campo, y temen que habrá correrías, de manera que la guerra la tenemos ya segura, si bien se piensa que será cosa larga, y que durará mucho, porque los franceses no tienen fuerza s para acometer este Estado de una vez, ni nosotros las tenemos bastantes para desarraigarlos de Monferrato y Piñarol, y así será fuerza ir haciendo la guerra poco a poco, con lo cual se consumirá el Monferrato, y nos consumiremos nosotros con tanta gente de guerra. Dios se lo perdone a quien fue la causa no se tomase Casal al tiempo del marqués Espínola, cuando ya las cosas estaban a punto de acabarse, porque mientras tuviéremos este padrastro de Casal en los ojos, no tendremos jamás paz.
En este estado quedan aquí las cosas ahora. De lo que fuere sucediendo iré avisando a mi hermano, a quien ruego se acuerde de este su siervo. De Alejandría de la Palla a 7 de julio de 1635. =Pedro de Mendoza. = Al Hermano Antonio de Robles, de la Compañía de Jesús, en Roma.