Letters / Madrid / Sebastián González

carta_108

Madrid y mayo 1. ° de 1635.

(Tom. 111, fol. 10)

Pax Christi, etc. Al duque de Fernandina le mandan vaya a juntar sus galeras y a prevenirlas, porque S. M. dicen saldrá. Lo primero tiene probabilidad; lo segundo se tiene por dificultoso.

Grandemente ha sentido Richelieu la toma de Tréveris y prisión de su arzobispo, y avisan que cuando lo supo estaba tan impaciente, que arrojaba en tierra el birrete y le pisaba, y daba voces como un loco; y no me espanto que solo el arzobispo de Tréveris de todos los señores alemanes se había puesto en la protección de Francia y ha tenido tan mal suceso y amparo, que hoy se ve preso y sin arzobispado, o al menos sin la renta, que toda se gastará en el presidio que se ha puesto.

Los pasos principales de la Valtelina [los] ha ocupado el conde Juan Cerbellón por S. M. con gusto de los naturales, con que por ahora los franceses no harán tan a su salvo ninguna fuerza sin que les cueste bien, porque ya no tienen tanta gente como se había dicho.

D. Francisco de Melo, embajador de Génova, desembarcó en Barcelona estos días; viene aquí a tomar sus despachos para ir por embajador a Alemania. El de Oñate viene a Milán, y trae 42, 000 alemanes para aquel Estado.

Se ha dicho que seis loreneses están juramentados de matar a Richelieu, y él ha dado a entender tiene este aviso de los franceses que están en Lorena. Dudase si es tramoya suya para obligar más a su rey, viendo que por servirle se pone en peligro de la vida: a él lo quieren tan mal, que si escapa de los de Lorena será maravilla; y si se salva de esta es de creer acabe a manos de los mismos franceses.

Guarde Dios, etc. =Madrid y mayo 1. ° de 1635. =Sebastián González. =Al P. Rafael Pereyra, de la Compañía de Jesús.

Traslado de un capítulo de una carta que escribió la madre Francisca del Sacramento, supriora del convento de la Encarnación de recoletas agustinas de la ciudad de Valladolid, a María del Espíritu Santo, religiosa de la misma Orden, que está en el convento de Carmona.

(Tom. 111, fol. 251.)

Y porque sé que V. R. tendrá consuelo con saber lo que en esta su casa pasa, hago con no poca priesa relación del más notable suceso que en muchos siglos se verá en España. Es, pues (amantísima madre), que después de la fiesta de la Santa Encarnación, que celebramos el lunes de esta semana con un mandato de su Santidad, otro del rey y otro del Santo Oficio, se le notificó a nuestra madre se le haría en este convento depósito de la madre Luisa de Carrión [Luisa Colmenares], no porque en su seguro proceder se hallase cosa indigna de tal sujeto, sino porque para afinarla y probarla más de veras ha permitido el señor este trabajo tan a medida de sus gigantes fuerzas. Al fin, madre mía, por mucho que nuestra madre procuró excusar el depósito (por los inconvenientes, no por la prenda) no hubo remedio porque todas las puertas estaban tomadas y a ninguna se nos consintió apelar. Con tanta resolución, jueves a 29 de marzo, nos cercaron la casa el Sr. obispo y los inquisidores dentro de la Capilla y toda la nobleza de la ciudad por de fuera; llegó la santa madre a las nueve y un cuarto de la noche, y tarde o de llegar al convento no más que desde su puerta hasta cerca de las once, y fue forzoso, para que no la ahogasen, que el Sr. obispo la pasase todo el patio en brazos. Los lugares por donde vino se despoblaban, y dicen que hizo en el camino ocho o nueve milagros, porque con la devoción de verla se metían debajo del coche, y pasaban las ruedas sin hacer daño por las gargantas y cabezas de los hombres; y a mí no me maravilla, sino que no se obrasen cosas mayores, según las muchas virtudes que en este serafín resplandecen. En conclusión, madre mía, se hizo la entrega con muchas notificaciones de que nadie la hable, ni la escriba, ni la vea y que siga nuestra comunidad en lo que le fuere posible; y cúmplelo la santa tan a la letra, que es confusión de todas, junto a su apacibilidad y obediencia. Cuanto de ella (amantísima madre), han dicho en materia de alabanzas, es cifra, y como de quien no la trata; porque en mi corto juicio, para decir algo que sea de provecho acerca de nuestra santa madre Luisa de Carrión [Luisa Colmenares], es necesario que se diga por el camino de negación, porque no es prudente sino prudentísima, ni es sabia, mas sapientísima, y así en las demás virtudes y excelencias que se han concedido a una hija de Adán. No diré nada con decir que es prodigio de la divina gracia, honor de nuestro siglo y asombro de santidad en los que vendrán. Hasta aquí da lugar la Inquisición; más despacio escribiré a V. R.; en el ínterin encomiéndenos a Nuestro Señor.

Madre mía: pensé poder escribir a V. R más me es imposible, que las ocupaciones son muchas. Todo lo que dice la madre supriora de nuestra santa madre Luisa, aunque es tanto, es una cifra, que tanta humildad y resignación no es creíble; a nosotras nos tiene bien confusas el que Nuestro Señor haya escogido esta casa para depósito de está santísima criatura. Yo la he pedido oraciones; pienso ha de ser la más prodigiosa, santa que se haya visto. No puedo más, madre mía. V. R. me encomiende a Nuestro Señor. =Estos renglones son de la madre priora de dicho convento.

Traslado de un capítulo de carta de la madre María Bautista de la Orden de San Agustín, religiosa del convento de la Encarnación de recoletas agustinas de la ciudad de Valladolid, que ha sido prelada en él dos trienios, escrita a María del Espíritu Santo, religiosa en el convento de Carmona de la misma orden.

(Tom. 111, fol. 252.)

A nosotras (madre mía), nos le ha dado su Divina Majestad por el más peregrino y no pensado camino que ja más se podía imaginar, con la venida de la madre Luisa de Carrión [Luisa Colmenares] a nuestra casa y Compañía, de la cual y de su entrada en ella no digo a V. R porque lo hará nuestra madre o la madre supriora, que lo dirá a la larga mejor que yo. Solo digo, mi madre, que ella es un ángel en la tierra, y se le echa de ver bien que su santidad es grande; y así lo es la humildad, sujeción y obediencia: que cuando estas cosas se hallan tan verdaderas como macizas, no hay que temer diligencias de Inquisición aunque se hacen muy apretadas, y de todas fio de Nuestro Señor, la ha de sacar bien a esta alma tan querida y amiga suya, que por serlo la ha fiado un golpe tan terrible para ella y toda su santa religión, y esta lo ha sentido como el caso lo requiere. Y aun el cielo, madre mía (si puede decirse así), parece que ha hecho sentimiento en esta prisión, pues cuando la fueron a hacer en la santa madre, dice el Corregidor y otros muchos de Carrión que vieron en el cielo una cometa de tres varas y más de largo, y que estaba como en triángulo, y después se repartió en tres partes y se extendió haciéndose cruz por el cielo. El que lo vio, que fue el Corregidor, se lo ha contado a nuestra madre con muchos y varios sucesos que hubo en el camino de milagros palpables, y todo dicen se ha tomado por fe y testimonio; más el que levantan a esta alma no se sabe ni se dice más de que quieren tenerla en el retiro y silencio de esta casa, y para guardarle con todo género de personas hay mandatos apretadísimos de los señores inquisidores, que estos nos están a nosotras muy bien, y sin ellos no se aceptara la prenda. Aunque ella es tal, harto me holgara que V. R. y mis madres la conocieran, que es apaciblísima con todo extremo y muy entendida, y lleva este golpe con gran conformidad y se consuela de estar con nosotras, y todas (madre mía) la amamos de corazón. Lo que come no es nada ni tampoco lo es el dormir; solo se echa un poco, así como anda de día, y lo que trae vestido no es más que una túnica y su hábito con su manto de estameña y un velo de los nuestros pequeños, con que anda cubierta la mitad del rostro, que le tiene bueno y diferentísimo de los que hemos visto en sus retratos. Nos dijo la noche que llegó (que fue jueves a 29 de este a las nueve de la noche), que tenía 72 años, de hábito 52, y está el rostro enterito y con unas manitas tan llenas que disimula la edad y mal tratamiento de su cuerpo, aunque no tiene muela ni diente ninguno, que a porrazos se los ha echado el demonio de la boca. De esto ha perdido la vista de los ojos; es muy chiquita de cuerpo y cargada de espaldas.

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