carta_67
Madrid y octubre 3 de 1634.
(Tom. 216, fol. 67—8)
Pax Christi, etc. Pago de contado a V. R. el favor que me hace con una buena nueva que me hará V. R. caridad de comunicar al P. Rector dándole mis saludos.
A 4 de septiembre se hallaron el rey de Hungría y el Infante Cardenal juntos en la Suevia, y muy cerca de dos ejércitos enemigos, cuyos capitanes eran Gustavo Horne [Gustaf Horn] y Bernardo Guimar [Bernardo de Sajonia-Weimar]: este de la casa de Sajonia y aquel hermano del Sueco. Estos venían a estorbar el paso al Infante Cardenal, el cual oído su consejo se acercó a ellos, y a 5 de septiembre comenzó a escaramuzar, no llevando al principio lo mejor. Se advirtió que importaba hacerse señores de una montañuela, que estaba cerca; enviaron el rey y príncipe aquella noche gente, y al P. Camasa de nuestra Compañía, catedrático de este Colegio, grande ingeniero, el cual hizo aquella misma noche una fortificación notable. A la mañana, viendo el enemigo la mejora de los nuestros, acometió a la fortificación y fueron rebatidos; más viendo ellos la importancia, le dieron quince asaltos en que perdieron mucha gente, y viendo los nuestros que era tiempo, acometieron y desbarataron al enemigo, que luego desapoderadamente comenzó a huir. Los nuestros siguieron el alcance por tres leguas; murieron diez y seis mil infantes y seis mil caballos de los enemigos; se tomaron noventa piezas de artillería y municiones, todo el bagaje, doscientas banderas y pendones, y lo que más es, prendieron a Gustavo Horne [Gustaf Horn] y a muchos otros capitanes y algunos papeles de importancia, y con esta victoria se esperan buenos efectos.
El Infante anduvo muy dentro de la pelea, que mató una bala a un caballero que estaba a su lado, y le detuvo el Infante [de] no caerse del caballo hasta que llegaran otros. Ha dicho S. M. que en aquella ocasión gustara de ser el Infante, su hermano.
Aquí en todas las Iglesias se han dado gracias a Nuestro Señor, y se ha hecho muy bien en todas nuestras casas.
S. M. fue a darlas el domingo a Nuestra Señora de Atocha, a caballo, muy de librea, y muy galán y jovial, lo acompañó toda la corte, sus criados, grandes, títulos, y gran número de gente todos de gala; después de S. M. iba el Nuncio y los embajadores de Francia y de Génova; a estos seguían la carroza rica y otras dos varias, y algunos caballos todos de respeto. Llegó a Atocha; se dijo el Te Deum etc., se acabó a más de las siete de la noche. A la vuelta, junto a San Sebastián, encontró S. M. con el Santísimo Sacramento, que iba a una enferma; se apeó, lo adoró de rodillas, y lo siguió acompañando y todos los demás. Era la casa muy lejos; entraron los grandes, Nuncio y embajadores, y no fue poco, porque era una pobre casa: S. M. quedó fuera. Al dueño hizo merced de darle plaza de su guardia, y a la enferma una limosna; volvió acompañando al Santísimo hasta San Sebastián, y allí tomó el caballo, y volvió a Palacio; las calles como a medio día con muchas luminarias y hachas. Se acabó la fiesta a las diez, más no la alegría y esperanzas de mejorar cada día las cosas de Alemania y Flandes, donde hubo una refriega en el cerco de Mastrique en que fue herido, aunque poco, el duque de Lerma; murieron trescientos enemigos y ninguno de los nuestros.
El dozavo se quita. No puedo pasar adelante, porque se hace hora de despachar; baste haber dicho esto, en suma. Si se imprimiere esta victoria, la remitiré a V. R. a quien Nuestro Señor guarde etc. Madrid y octubre 3 de 1634. =Francisco de Vilches. =Al P. Rafael Pereyra.
Sírvase V. R. de remitir esta habiéndola leído, al Noviciado. Al P. Francisco de Alemán, a quien escribo, V. R. le enviará la relación. También envío a V. R. las condiciones de la toma de Ratisbona.