Juan Chacón / Letters / Valladolid

carta_96

Valladolid y marzo 31 de 1635.

(Tom. 111, fol. 247)

Pax Christi etc. Por esta verá V. R. que cuando se ofrece nueva que avisar no queda mi deseo corto, como no lo es el reconocimiento a la caridad que V. R. me hace de ordinario con el aviso de tan buenas y tan bien recibidas nuevas.

Ahora se la doy a V. R. de un caso bien singular y bien campanudo y ruidoso, como dicen los cultos de este tiempo.

Es, pues, el caso, que como la madre Luisa [Luisa Colmenares] es tan famosa en todo el mundo en santidad, milagros y singulares favores que nuestro Señor la ha hecho en tan largo periodo de vida de setenta años que tiene, debe de haber ocasionado algún celo o emulación santa, o no santa, de que yo no puedo ser juez. Los aplausos que el mundo hace a tan extraordinaria santidad en lo que exteriormente se manifiesta, deben de haber dado motivo (echándolo, como debemos, a la mejor parte) a la celosa y vigilante providencia de la Santa Inquisición a hacerla de tan grande extremo de santidad, que en el vulgo ha llegado a tanto, que parece le dan en vida honras y cultos de santa canonizada. Ha muchos días que la Inquisición anda a la mira, y últimamente los meses pasados el Inquisidor que aquí preside, D. Juan Santos, disimulando el intento de su salida, hizo deshecha que iba a visitar el obispado de Palencia, en cuyo distrito está Carrión. Comenzó la visita por otros lugares, y a pocos lances dio consigo en Carrión. Allí estuvo quince días; habló a la madre Luisa [Luisa Colmenares], y creo que la visitó jurídicamente. Se volvió; remitió los papeles al Consejo Supremo; de allá vino orden de lo que se había de hacer, que es lo siguiente:

A 26 de este salió de aquí el secretario Pintrena, con una señora anciana y venerable, deuda de un señor inquisidor, con decente acompañamiento en un coche, corridas las cortinas, y a 27 llegó a Carrión. Luego fue al convento de Santa Clara, y notificó a la madre Luisa un decreto y mandato del Santo Oficio en que se le mandaba se viniese con él. La trajo aquí a Valladolid y a los 29 días, por orden del mismo Santo Oficio, se entregó y depositó en el convento de las Agustinas Recoletas de esta ciudad, donde está el día de hoy, por orden del Santo Oficio, y con mandatos apretados y censuras que nadie de fuera la vea ni visite sin expreso orden y licencia de la misma Inquisición.

Este es el caso sobre el cual en pro y en contra hay tantos dictámenes, comentos y glosas, que es imposible aun hacer epilogo de ellas. Para tener que hay algún gran fundamento de acción tan extraordinaria y publica, es el haberse hecho con tanta consideración y acuerdo del Consejo Supremo, con persona tan venerada de todo el mundo, vulgo y no vulgo, de los reyes que han sido sabidores de esta acción, y venerada también del mismo Papa, con quien la madre Luisa se carteaba. Parece que no se podía venir a un género de publicidad menos que con suficiente causa vista, mirada y examinada con mucha deliberación, por donde confieso que a mí me hace gran peso para entender que debe de haber algo; si bien son tantos los apoyos y testimonios de esta religiosa, que pueden fundar gran concepto de su virtud, y que por ventura no hay aquí más misterio que querer el Santo Oficio examinar, a inquirir despacio santidad tan plausible en el mundo, para que si hay que comendar, se reformen imprudencias y desaciertos, y si no hay que reformar, volver a su casa a esta sierva de Dios con salvo-conducto de que no hay engaño ni dolo en su virtud: Quantum humana fragilitas et providentia capere potest. Y este es el común sentir de los cuerdos, que el vulgo errado da por esas paredes, diciendo unos que no es posible menos sino que son falsos testimonios contra esta santa; otros, que por orden del conde de Olivares se ha hecho esta demostración, porque dicen que la madre Luisa escribió al rey contra él cosas tales de su gobierno, que irritado el Conde de tan grandes avisos, ha dado traza de que la Inquisición proceda contra ella; y aun no faltan lenguas que se adelantan a decir que los de la Compañía en Madrid y aquí los Padres Dominicos han fomentado la resolución de tamaña demostración. Lo tengo todo por locura y disparate, y de lo de aquí yo depongo con evidencia de lo contrario, aunque los Padres Franciscos tienen sus querellas de algún calificador nuestro de aquí; pero de mi están muy satisfechos, como ayer me lo dijo el hombre más grave que ellos tienen, que ha sido provincial y comisario de Jaen, y es mucho mi amigo.

Las circunstancias y cosas singulares y raras que han sucedido con esta sierva de Dios, desde el punto que se le notificó en Carrión la venida a Valladolid por el Santo Oficio hasta el punto [de] que quedó en su convento de las Agustinas recoletas, según es común voz y pública fama y yo he oído a personas fidedignas que lo vieron, son gran testimonio de la virtud y santidad de esta venerable religiosa. Lo primero: al punto que se le notificó la venida, se vio sobre una iglesia de Carrión una columna como de fuego de dos o tres varas de ancho y de buena altura; todo el lugar lo vio y el corregidor de Carrión lo tomó por testimonio y le ha traído aquí, adonde ha venido con su mujer acompañando a la madre Luisa [Luisa Colmenares]. Lo segundo: todo el lugar de Carrión se despobló, acompañándola en el camino; toda la gente de los lugares salía desalada a ver a la santa y tocar su rosario a un Cristo que tenía en sus manos. Llego a Palencia, y allí una legua antes la esperaba toda la ciudad. Luego salieron a acompañarla otra legua; mucha de la gente venía a pie siguiéndola. Con la muchedumbre que llegaba al coche, a varios cogieron las ruedas por el cuerpo a unos por el cuello y a otros por medio de las sienes, y quedaban todos tan buenos y sanos como si no hubieran padecido semejante azar. Lo tercero: llego a Dueñas la dicha madre Luisa [Luisa Colmenares] con todo el acompañamiento, y luego que entró en el lugar mandó el Corregidor en público pregón que nadie trabajase y todos guardasen el día en que estaba en su lugar tan grande sierva de Dios como la madre Luisa [Luisa Colmenares]. De allí tomaron la derrota para venir a esta ciudad, y dos leguas de aquí estaban innumerables coches y gentes de esta ciudad esperando a que llegase la madre Luisa [Luisa Colmenares], y para desmentirá la gente, que se presumía que la había de esperar en Cabezón, que es el legítimo camino, echaron por otro de la otra parte de Pisuerga, por Cigales, donde estaba innumerable gentío esperando también; y entre la gente el señor D. Juan de Porras, Inquisidor; y en llegando al coche donde venía la madre Luisa, fueron todos a porfía a verla y besar el Cristo que traía en sus manos; y con la ocasión de tanto tropel de gente también sucedió el coger las ruedas del coche a algunas personas, sin que recibiesen daño. Lo cuarto: últimamente, llegó a esta ciudad jueves a la noche al convento de las Agustinas recoletas, que está a la puerta del campo, y allí estaba esperándola toda la ciudad, todo lleno de coches y de gente, de manera que para pasar el en que venía la dicha madre Luisa fue menester que algunos alcaldes de corte despejasen el campo. Llegó a la portería de las monjas; allí esperaba el obispo, a quien está sujeto aquel convento, y esperaba el conde de Benavente con todo su séquito. Estaban también allí los Inquisidores, los cuales jurídicamente la entregaron al obispo en custodia en aquel su convento. El obispo la sacó del coche en brazos, y al sentarla en el suelo, llegó el conde de Benavente con unas tijeras y le cortó la mitad del velo, y allí los demás a la rebatiña cogieron el residuo, y el obispo entregó a la priora su depósito, en que quedó, y está y estará con clausura, sin ser vista de nadie de fuera, el tiempo que el Tribunal dispusiere. La han dado por confesor hasta ahora al mismo confesor de las monjas, que es un clérigo virtuoso y honrado, muy devoto, de este Colegio. En este estado está este negocio hasta hoy; iré avisando del progreso de esta causa, y juntamente de la verdad de lo que por ahí también se dice, que traen en la misma forma otras dos o tres monjas celebradas por arrobos, llagas y otras cosas a este tenor. Dios sea glorificado y alumbre, si hay ciegos o ciegas en el camino del espíritu, y a V. R. guarde como deseo.

Valladolid 31 de marzo de 1635. =Juan Chacón. =Al P. Rafael Pereyra de la Compañía de Jesús, en Sevilla.

Muchas y muy alegres Pascuas dé Dios a V. R. con la salud y contento que yo deseo. V. R. comunique esta con secreto, porque, aunque la cosa es tan publica como se ve, no se diga que nosotros la publicamos. Recibí la de V. R. en que venía la nueva de la bula de la canonización de nuestro padre San Francisco Javier.

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