carta_44
Madrid y junio 20 de 1634.
(Tom. 216, fol. 421.)
Pax Christi, etc. Este correo ha sido muy pobre: con todo recogeré algo, y cuando hubiera harto no pudiera satisfacer ni con mucho el favor de la historia de la mujer de Dos hermanas y frailes de Ecija. Acá se han solemnizado grandemente en público y particular. La Fiesta del Corpus se celebró, según dicen, como otros años; no faltaron los gigantes, que ya estoy cansado de verlos, piezas comunes en toda procesión; lodo en las calles tal fue lo que aquella mañana a las ocho regaron; mucha gente, religiosos, clérigos redondos. Lo bueno fue el último tercio; los Consejos, el Nuncio que hizo el oficio y fue con su capa de diácono etc. Inmediato a él, después de la custodia, los grandes; por remate el Patriarca de las Indias, y tres pasos más adelante S. M. y al lado izquierdo etc. un paso después el cardenal Zapata. La gente sintió mucho ver solo al rey sin sus hermanos, que ocupaban el lugar de Zapata y el correspondiente. Iba el rey muy de gala, quitado el luto de su tía, vestido noguerado, guarnición de eses de plata muy vistosas con ferreruelo, ropilla y calzón, cabos blancos y zapatos negros, que no fue lo que menos repararon.
La custodia salió este año sobre ruedas, que no solían aquí usarlas. En fin, quitado el rey y los Consejos, no tiene que compararse con la fiesta de Sevilla ni Granada. No hubo altar ni invención en las calles de entretenimiento; solo sobre la tarasca llevaron una mujer al uso, ancha como vaca, grande mono, una ardilla a las espaldas que de cuando en cuando asía del mono y le tiraba como capilla de fraile, y descubría una calva, mala cosa, y peor los ademanes que la pobre vieja hacia con manos, ojos, boca, viéndose afrentada en tal concurso. Esto causó mucha risa, porque dicen toca a muchas cortesanas la historia.
El P. Rector de Viena ha venido aquí, como ya dije, por negocios del emperador. Se me ofrecía la memoria estando en plena quietud, preguntarle lo de las animas que V. R. me escribió habían aparecido a aquel hermano nuestro. El padre, habiéndose hecho silencio, dijo que conocía al hermano, y refirió el caso casi con las mismas palabras que V. R. lo escribió, y añadió que era morador del noviciado de aquella ciudad, y que le llaman el hermano milagroso, y que lo es en su virtud. No es mala calificación esta de la nueva de V. R.
Las galeras de Malta encontraron bajeles turcos; los dos echaron a fondo, los demás tomaron, y en ellos 100 negros y 15, 000 ducados y otras cosas. No hay otra cosa. Guarde nuestro Señor a V. R. Madrid y junio 20 de 1634. — Francisco Vilches. =Al P. Rafael Pereyra.
Ya habrá V. R. recibido las tablas cronográficas: V. R. me las haga despachar.