Letters / Madrid / Sebastián González

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Madrid y febrero 1° de 1634.

Pax Christi, etc. Ya avisé a V. R. como habían salido aquellos dos librillos contra la Compañía, uno impreso en Milán y firmado del mismo Róales, aunque otros le dicen hecho por un Dr. Espino, expulso de los carmelitas descalzos, el cual también ha dado de nuevo doce pliegos de relaciones contra nuestros autos antiguos y modernos a la Inquisición. Nuestros padres resolvieron de hablar a S. M. sobre el caso, y al Conde-Duque y al confesor; previnieron audiencia y se hicieron tres memoriales largos. Contra las delaciones le hizo el P. Agustín de Castro; tiene cinco pliegos y está bueno. Contra el papel de Róales y libro de Espino hizo otros dos el P. Salazar y están también buenos; serán seis o siete pliegos. Tuvo suerte en que el librillo de Espino es sacado de una apología de un hereje de primera clase, hecha contra la Compañía, casi toda al pie de la letra, la cual trae el P. Gressero en uno de sus libros y tiene respondidas, y el contenido lo sacó del hereje, e hizo la impresión sin nombre de autor ni de lugar. Con esto tuvo el P. Salazar más materia para poder decir su sentimiento con más fuerza y eficacia. Fueron a hablar a S. M. el P. Rafael Aguado, P. Vicerrector, P. Robledillo, P. Pimentel, P. Guevara. Hizo el razonamiento el P. Rafael, breve pero bastante, y el rey respondió con muestras de sentimiento del caso, y ofreció haría se tomase con cuidado, y de suerte que la Compañía quedase satisfecha. De allí pasaron al Conde-Duque, y el P. Rafael hizo lo que con S. M.; otros tomaron la mano y hablaron más despacio y le enseñaron el libro del P. Gressero, y se lo dieron con memoriales, y el Conde fue cotejando los capítulos del librillo de Espino con los del Gressero y halló era en efecto tomado de allí o traducido. Hizo grandes muestras de sentimiento y de admiración de que a vista de S. M. se hiciese una bellaquería tan desmedida, y acabó con un razonamiento. Dicen los que le oyeron fue maravilloso, y en él trató dos puntos: el uno que la Compañía con las persecuciones había sido más ilustrada y es timada, y que había sido el medio más eficaz para darse a conocer los nuestros en letras y doctrinas y virtud; el otro de la estimación grande que de la Compañía tenía por haber reparado en que otras religiones en menos tiempo que ella se habían relajado y ella estaba en su observancia, y que para él esto era de grande estima, y que fiasen de él, que haría todo cuanto pudiese en orden a que se castigasen estas demasías como convenia, y que el Inquisidor general había de venir a una junta y que le hablaría de suerte que lo tomase con veras.

Con tanto se despidieron dándole las gracias, y el señor confesor vino, y el Conde le habló excelentemente, de suerte que D. Diego Mejía, que se halló presente, el día siguiente habló al P. Luis de Torres, y le dijo que en su vida había visto al Conde con más sentimiento ni que hubiese hablado con más eficacia y fuerza en negocio ninguno.

A la noche S. M llamó al Conde e hizo le leyese los memoriales, y vio el libro de Gressero, y despachó un decreto honorificentísimo de la Compañía al padre Confesor, inquisidor general, para que aquella causa se mirase con todo el cuidado y diligencia, y cuando se le remitió el Conde al confesor, le envió a decir advirtiese que S. M. estaba a la mira de cómo se procedía en aquel caso.

El día siguiente se fueron los nuestros a hablar al confesor, y hablaron todos, y el buen viejo se enterneció y lloró, y mostró de palabra cuanto le había apretado el Conde para que tomase esto con cuidado; y no dudo le tiene, porque S. E. ha enviado dos cartas a D. Pascual de Ibarra para que vaya al Consejo, diciéndole que aquel negocio es negocio suyo. más no es posible, porque está malo, y hoy se va; no sé después de esto lo que saldrá; con lo que hubiere avisaré.

El duque de Villahermosa dice que su hermano, el virrey, le escribió como había cogido una impresión que se estaba haciendo del papel de Róales en Zaragoza, y que tenía preso al impresor y con ganas de echarle a galeras o acusarle a la Inquisición. Tuvo noticia y publicó edictos contra los que tuviesen algunos de estos papeles, y avisé a la Suprema. El sobrestante de esta obra pía era un padre dominico, por cuya orden se hacia la impresión.

Madrid y febrero 1° de 1634. Sebastián González al P. Pedro González de Mendoza, visitador de esta provincia.

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