carta_38
Salamanca y mayo 27 de 1634.
(Tom. 216, fol. 400.)
Pax Christi, etc. Aunque las cartas de V. R. no vengan siempre tan llenas de nuevas, como vienen de ordinario, siempre están llenas de caridad y siempre son recibidas con hacimiento de gracias, que las nuevas son lances de los tiempos y estos no siempre son unos. El hermano Mendo escribirá las que tiene recogidas, de que él cuida como yo de ayudarle con lo que en público se oye y lee de otras partes, fuera de Sevilla, que lo ordinario es lo más y mejor. Yo ahora quiero salir de mi peso ordinario, y diré dos cosas: la una de edificación y consuelo; la otra de donaire y como de entremés para nuevas serias.
El Dr. Zamora, catedrático de prima de aquí, de medicina, tenía un hijo en la Compañía, teólogo de tercero año en Valladolid. Fue este día expulso de la Compañía con títulos bastantes. Ha venido aquí y dado que decir, y ha querido nuestro Señor darnos anoche un Matías en su lugar, un rector del colegio de Santa María, insigne sujeto, grande teólogo, pretendiente de cátedra de artes, y deseado para colegio mayor. Vino a pedir la ropa con grandísimo afecto sin haber tratado en este colegio, ni oído a los nuestros sino a los PP. Dominicos. Ha causado en esta escuela grande admiración, y es cosa de ver el consuelo con que ya este mozo está en la Compañía: mañana le llevan al Noviciado, y parece que, aunque en la cuaresma fueron muchos los que entraron, que van cayendo a la deshilada aventajados sujetos. Dios sea glorificado que los trae.
Va el entremés. Ayer viernes 26 de mayo ahorcaron aquí dos insignes ladrones. Llevaron en su Compañía otros dos cómplices en el hurto grande que aquí hicieron; pero fueron cofrades de disciplina y de diez años de galeras, porque no entraron a la parte de una muerte que los ahorcados hicieron, a fin de no ser descubiertos del que mataron, que sabía su delito. Estos dos ahorcados fueron repartidos: el uno a los PP. Carmelitas descalzos, el otro a la Compañía; aquel cobarde, este alentado: con ambos se trabajó gloriosamente. Pero vamos al caso.
El ahijado de los PP. Carmelitas se llamaba Pedro; el carmelita que le ayudaba Fr. Cirilo. Llevaba un compañero, muy buena cosa, que hasta llegar a la horca guardó un singular silencio y admirable modestia. Iba al lado del jumento que llevaba a Pedro, cuando estando cerca de la horca irruit spiritus in eum, no el de su patriarca Elías, sino el de David, bailando ante el arca de Dios, y poniéndose enfrente del ahorcado delante del jumento, prorrumpió en estas palabras bailando y dando saltos de placer: Pedro mío, ¡alegría! ¡alegría! ¡que te llegó la libertad! ¡Alegría! ¡fiesta, Pedro mío, que presto te verás con Dios!; ¡alegría! ¡alegría!
Llegó el dicho Pedro al pie de la horca no tan alegre y alentado como eso, y bajando de su jumento, dijo: «Señor, denme un poco de vino para cobrar aliento para este paso.» Le trajeron un buen jarro de vino tinto, le tomó; vio el vino tinto, de que no era amigo, y dijo: «¡Jesús! ¡vino tinto! ¡Jesús! ¡Quítenlo allá!» y luego se volvió a su crucifijo, y dijo: «¡Cristo mío, ayudadme en este paso, ayudadme!» A esta sazón salió el compañero del P. carmelita, y dijo: «Padre Fr. Cirilo, reconcilie a este hombre que dijo; Jesús al vino tinto.» Esto se oyó, y dicen que añadió: «por lo que sintió interiormente de impaciencia contra el vino tinto.» Trajeron un cuartillo del blanco de Alaejos, y soplando la espuma, que dijo era mal sana, se coló todo el cuartillo. Luego le subió el verdugo, y le dijo: «Sube, amigo Pedro, que has de predicar de aquí como un apóstol» y dicen que cuando estuvo arriba comenzó a predicar, y antes de acabar el sermón espiró en un punto arrojado de la horca por el verdugo.
Esta es la historia y risa. V. R. reciba mi voluntad; cada día espero la orden de ir a Valladolid; avisaré.
Nuestro Señor guarde a V. R. como deseo. Salamanca y mayo 27 de 1634. =Juan Chacón. =Al P. Rafael Pereyra.