carta_141
Valladolid y agosto 7 de 1635.
(Tom. 111, fol. 335.)
Pax Christi, etc. Con razón podrá V. R. estar quejoso de que hace algunos días que no le he escrito; pero cesará la queja en sabiendo V. R. que he hecho lección esta octava por tarde y por mañana, porque el P. Rector me lo mandó con tanta instancia, que no pude dejar de obedecer. A esto se añaden las ocupaciones del cartel, etc., anejas a la octava de nuestro Santo Padre, la cual ha sido lucidísima y de las más cabales que he visto en la Compañía; ha habido muchos versos y muy buenos, muchos sonetos forzados muy graciosos, que es la salsa que ayuda a gustar de hora y media de quiete de poesías graves que se leen; el vejamen es de las cosas más agudas y graciosas que he oído en la Compañía, y sin que nadie se haya sentido; fue algo largo, porque duró dos horas. El H. Pedro de Almarza leyó el ultimo día más de ciento y cincuenta versos heroicos que había hecho en menos de ocho horas, en alabanza de todos los que habían predicado y hecho lecciones en la octava, describiendo muy elegantemente los asuntos que ellos habían tratado.
En lo que toca a lo que V. R. me dice le avise de este Colegio, respondo que lo que yo he sabido, y no he sido el que menos, es lo que diré, que ya me ha dado el Padre Rector licencia para hacerlo. Estando visitando el P. Provincial sucedió lo de la bruja, como V. R. ya sabe; de aquí comenzaron a decir unos que era mentira, y otros que era verdad; con que se azoraron algunos, y dicen que se hicieron algún tiro con indicaciones. Fue el P. Provincial a Madrid, sin dar castigo ninguno por las faltas que había hallado, para consultarlo con los consultores; de aquí les nació grande recelo; y temiendo el H. Zarate y el H. Juan Herminio que los habían de encerrar, hizo diligencias el H. Zarate con el Nuncio para que lo llamase. Lo envió a llamar con una carta, y se la cogieron porque él mismo la enseñó; y viendo que por esta parte no había orden, dijo que tenía que ir a la Inquisición. Lo mismo decía su maestro, que, por defender a su discípulo, dejado llevar de una cólera demasiada (es algo más que loco), dijo que él tenía también que sindicar. Lo mismo dijo el H. Juan Herminio, pareciéndole buena ocasión para escaparse de la penitencia que tenía; y aun dicen comúnmente que él fue el que los instigó a que hiciesen esto. Sucedió esto mientras quiete y mientras primera mesa, causa de que hubiese grandes voces; y por lo que podía suceder que algunos no pensasen que había cosa de importancia, puso el P. Rector precepto que no se escribiese esto. Fueron a Madrid, y lo que sindicaron fue cosa de tan poca monta, que juzgaron los inquisidores que no era digno de escribirse.
He aquí, V. R., brevemente sumados los ruidos que tanta campanada han dado. En lo que V. R. me dice del papel que pusieron en nuestra puerta, es falsísimo, que no ha habido tal cosa, y lo que V. R. dice que pedían veintiocho irse a sus casas, es tan falso, que solo el hermano Juan Herminio lo había pedido, y ya cuando esta escribo le han despedido, y me parece que harán lo mismo de los otros dos, con que quedará este Colegio como un Paraíso, aunque lo está harto cierto, porque hay mucho fervor, V. R. lo encomiende a Nuestro Señor para que pase adelante y nos conserve en su servicio; y dé mis intimas al P. Mazo, H. Mendizábal y H. Valenzuela, y reciba unas muy íntimas del P. Sigumey, P. Calatrava, hermano Almarza, y no olvide a este su siervo en sus santos sacrificios, etc. Jesús del Monte y agosto 10 de 1635. = Francisco de Ribera. =Al P. Rafael Pereyra.
Aquí hace tanto frio, que no podemos andar sin ropas. Aquí llegó días pasados carta del P. Mendoza en que cuenta el suceso de Alejandría. Léala, V. R., y devuélvamela, que la necesita.