carta_120
Madrid y junio 27 de 1635.
(Tom. 111, fol. 39 v.)
Pax Christi, etc. A las malas nuevas que comuniqué días pasados a V. R. de la rota de nuestro ejército, añado ahora que el príncipe Tomás lo hizo muy bien porque viendo que la caballería desamparaba el campo, se apeó de su caballo y estuvo peleando grande rato con una pica, y salió herido, aunque no cosa de importancia. D. Manuel Pimentel y D. Luis Ladrón de Guevara, le sacaron por fuerza de la refriega e hicieron subiese en su caballo y le entregaron con una escolta de soldados al conde de Bucquoy, para que le pusiese es salvo, como lo hizo.
Guarde Dios, etc. Madrid y junio 27 de 1635. =Sebastián González. =Al P. Rafael Pereyra, de la Compañía.
Copia de carta del conde de la Roca, fecha en Venecia a 30 de junio de 1635.
(Topo. 111, fol. 38.)
Suplico a vuestra Paternidad me dé muy buenas nuevas de su salud para que el empeño de corresponderme en Italia asegure su continuación, cuando, placiendo a Dios, esté en España, que tengo por sin duda fuera este otoño, si las olas no se hubieran engrosado con la guerra declarada con Francia, cuyos designios hace días que cultivaban aspirar o ascender a la monarquía, haciendo amigos a cuantos les podían traer temporal útil, y tomando en cualquier modo las gargantas por donde pasa el alimento al estómago de Europa. Estas fueron Piñarol, Philippsburg y Valtelina; pero si Francia tiene buen diseñador para sus intentos, no faltan vasallos españoles que los borren. Tal sucedió al barón Fernamont, flamenco, que defendió 18 meses a Philippsburg hasta que por hambre la rindió, y cuatro meses después en una noche la ganó por sorpresa, llena de víveres, municiones y dinero, como fuerte que elegía el rey de Francia para plaza de armas en la guerra que hacía a Germania, con que cortó los mejores cañones de sus alas.
[En] cuanto a Valtelina, habiendo quedado por los tratados de Monzón y Ratisbona exenta de dominio de grisones, dependiente de sí misma, y asegurado en ella el uso solo de la católica religión, obligados Su Majestad y el rey cristianísimo a todo esto, supimos que el duque de Rohan amasaba en país de grisones un ejército de ellos y de franceses, para entrar a invadirla intempestivamente. Yo sé que fue de todo avisado el señor cardenal Albornoz, gobernador de Milán; pero las órdenes de Su Majestad en este particular eran de esperar el hecho y no prevenir el peligro, por no dar sospecha de que la ambición le anteveía y no la verdad; con lo cual el duque de Rohan, sin hallar la oposición de una pica ni un mosquete ocupó toda la Valtelina y condado de Chiavenna, cumpliendo enteramente el deseo del rey su señor; pero con gran nota del mundo, viendo que la fe pública y real de los tratados duró solo hasta haber conveniencia en romperlos. Todos escribimos rabiosos a Germania, y el señor conde de Oñate asoldó una tropa de buenos tudescos, encargada al ya mencionado barón de Fernamont, el cual bajando por donde aún los lagartos se santiguan, dio sobre los fuertes de Bormio tan valerosamente, que 600 franceses, que tardaron más que los otros en huir quedaron muertos, y diez estandartes perdidos. Se recogieron al fuerte de Tiran; pero fueron buscados de los tudescos, que andaban entre aquellas peñas como sabuesos tras el jabalí, y en fin de allí y del fuerte de Sendrío se acogieron con el duque de Rohan a la Riva de Chiavenna, con gran irá de los grisones de que los hubiese metido en esta empresa, de los cuales en el segundo lance fue degollado un regimiento entero. La Valtelina está a esta hora libre y segura; los tudescos van siguiendo al duque de Rohan, por una parte, y el conde Juan de Cerbellón con españoles e italianos, por la banda del Lago de Como. Pocos son los que dudan de que el duque cuide tanto de buscar defensa como retirada. Esta es la segunda garganta que habían cerrado los señores franceses y la más peligrosa para el estado de Milán.
La tercera, que es Piñarol, se ha de abrir por el señor rey de Hungría, que habiéndose ajustado la paz con Sajonia y no teniendo en Germania enemigo que le embarace, ha de ir a dar calor a las cosas de Flandes, como actualmente va a hacerlo con su ejército de 60, 000 hombres.
El de Galasso de 40, 000 y el del duque de Lorena (que es de la liga católica), de 30, 000, sin duda que serán huéspedes fastidiosos adonde quiera que entraren, particularmente llevando entre estos por aposentadores 25, 000 caballos, que el Preste Juan con tener el Océano en medio, les teme. Ya creo que ha oído vuestra Paternidad decir de esta gente que la guarda Dios para despoblar el mundo en 24 horas, si viere que el ultimo fuego se va despacio.
A los 26 de este se cumplió la tregua entre Polonia y Suecia, y el rey de Polonia tiene un ejército de 30, 000 hombres que le paga aquel Reino por cuatro años para recuperar el de Suecia que le pertenece. Ya andará cerca de comenzar por la parte de la Prusia, que será una buena diversión para los herejes de toda aquella banda del Mar Báltico, y con buen conocimiento de lo que es el mundo, pues el rey de Suecia pensó ahora tres años quedar dueño de Alemania, y pasar a devorar a Italia (y no sobre malos fundamentos, si en el mundo hay alguno firme), y dejó la vida, y este está muy cerca, después de haber perdido lo conquistado, de dejar lo propio.
Su Santidad dicen que se arma después que franceses y grisones han perdido la Valtelina; claro está que no será por sentirse menos abrigado con su ausencia (como publican lenguas tan malas que osan interpretar las raras acciones de Su Santidad), sino por juntar sus armas con las nuestras para grandes bienes de la Iglesia, o para que las empleemos en otra parte, y dejemos a Su Santidad el cuidado de guardar la Valtelina. Esta serenísima República se ha mantenido constante a varios asaltos de nuestros enemigos, que la han procurado hacer cabeza de una liga virtualmente contra nosotros, aunque con varios colores; y aunque no es mérito mío es dicha que suceda en mi tiempo lo que no ha sucedido en el de otros. Conténtese vuestra Paternidad con lo dicho, que aun tanto no merece, y pase a otra lectura. Guarde Dios a vuestra Paternidad muchos años.
En Venecia y junio último de 1635. =El Conde de la Roca, embajador de España en Venecia. =
Al P. Pedro de Urteaga, de la Compañía de Jesús.