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Madrid y abril 3 de 1635.
(Tom. 111. fol. 317)
Pax Christi, etc. Todos los favores, ya se sabe que, son para el P. Ramos; sean enhorabuena, que como el hermano está seguro [de] que no le he de faltar en lo que me mandare, no se le da nada de procurar asegurar lo que tiene por cierto.
Va de nuevas. Han salido ocho predicadores de S. M P. Aguado, P. fray Ángel Manrique, bernardo; P. fray Juan de Ocaña, capuchino; P. Suarez y P. Laínez, agustinos; el prior de Atocha y el de Santo Tomás, y fray Domingo Daza, dominicos. Otro se espera para estas Pascuas.
Dicen, y con grande fundamento, es el P. Agustín de Castro. Despidieron al P. Carrillo para que fuese a favorecer a su hermana y madre, que están muy pobres. A D. Diego Mejía han hecho las mercedes siguientes: un título para su hijo mayor; dos mil ducados de renta perpetuos en Nápoles, para el hijo que quisiere; diez mil de ayuda de costa; una encomienda de tres mil para su hijo segundo.
A D. Felipe de Silva han declarado por maestre de campo general del ejército de S. M y por teniente de la caballería del Conde-Duque, que es general de ella, con dos mil ducados de gajes cada mes. Parte mañana a Barcelona a juntar la gente; de Nápoles irán seis mil infantes y cuatro mil caballos, pagados por un año. Dicen no podrá el Reino, aunque lo ha ofrecido, dar tanto, y así ha suplicado. De Sicilia irán cuatro mil infantes; de Cerdeña y Mallorca, cuatro mil; de Castilla, Aragón, Valencia y Cataluña lo restante hasta cincuenta mil nombres.
El P. Eugenio de León ha venido por perfecto de espíritu en lugar del P. Biain, y el P. Antonio viene el sábado Santo por orden de nuestro Padre, a su oficio de confesor del Almirante.
Adiós, mi hermano, que le guarde, Madrid y abril 3 de 1635. ==Sebastián González, =Al P. Rafael Pereyra.
El obispo de Lugo, Castejón, entra hoy en Madrid a ejercer el oficio de gobernador del Arzobispado.
Copia de la carta que el licenciado D. Francisco Vallejo de la Cueva, corregidor de Cantón, escribió a S. M. en su Consejo Real de Castilla, en 3 de abril de 1635.
(Tom. 111, fol. 253.)
Señor:
Habiendo sucedido en esta villa un caso tan considerable que tiene admirada la cristiandad y el mundo, incrédulos de su resolución, he juzgado por preciso dar cuenta a V. M. de él, y de las circunstancias que he tocado.
El martes pasado 21 de marzo llegó nueva que la General Inquisición ordenaba saliese de su monasterio la Madre Luisa de la Ascensión [Luisa Colmenares] y se depositase en el de las Agustinas recoletas de Valladolid, en el ínterin que se hacían ciertas averiguaciones. Se sintió esto de todos sumamente, y habiendo comulgado nuestra madre, cuando volvió del rapto que en estas ocasiones suele tener, dijo a sus monjas: «hermanucas no hay remedio; mi señor Dios lo quiere, se cumpla su voluntad, esta tarde a las cinco estaremos ya en la batalla.» Fue indecible el desconsuelo y alarido que (oyendo esto), se levantó en todos. Fue luego la villa en forma y el cabildo a despedirse de nuestra madre, y a besar sus pies, y todos los nobles y plebeyos, a quien habló con suma entereza, humildad y conformidad. A las cuatro de la tarde esperaba la villa dos inquisidores de la General, cuando llegó un secretario de la Inquisición de Valladolid, con un coche de alquiler para llevar a nuestra madre. Todo el pueblo se puso en arma con resolución de no perder tal joya y aventurar antes sus vidas, honras, haciendas y a sus mujeres e hijos. Me costó cuidado el sosegarlos, representándoles que convenia a la honra de nuestra madre defenderla con razones y justicia, y no con armas ni tumultos. Al punto que entramos en Santa Clara a notificar a la santa el despacho, se vio en el cielo, delante del convento, una impresión o cometa de tres lanzas de largo, al parecer, y más de vara de ancho, en forma de pirámide. Decían que Dios, volviendo por su sierva, mostraba prodigios, y le pedían no se ejecutasen con grande horror de los que escuchábamos. Se vio en aquel punto en Palencia, Valladolid y en otras muchas partes; duró una hora, poco más o menos.
El día siguiente, miércoles 28 a las nueve de la mañana, salió la madre cuando los corazones de todos se deshacían en lágrimas y penas, tan serena, tan entera, con tan gran valor y alegría cristiana, que es imposible, según lo humano, que aquello no fuese divino, pues setenta y dos años de edad y cincuenta y tres de clausura, cuando no fuera padeciendo tal trabajo, la habían de embarazar. Salieron en su seguimiento de nuestra madre hombres, mujeres y niños tocando a sus hábitos y a un Cristo que llevaba rosarios, cruces, y lo que podían. El afecto, devoción y las maravillas que he experimentado, el tiempo que V. M. me ha tenido en este corregimiento, me llevó tras ella como a los demás, y así soy testigo del aplauso que el mundo y los pueblos han hecho en este viaje a nuestra madre, dejando los pastores sus ganados, los labradores su trabajo, y los lugares sus ocupaciones, saliendo de las escuelas los niños cantando las alabanzas. En la ciudad de Palencia fue increíble el concurso, quedándose los más a dormir en las calles por verla, y después siguiéndola todo el lugar algunas leguas. La villa de Dueñas, en celebridad de que nuestra madre pasaba por allí, guardaron aquel día haciéndole fiesta, sin que nadie trabajase. Me admiró mucho que diciendo a voces que iba por orden de la Inquisición, en lugar de huir de ella y perder la devoción antes se les aumentaba, siendo tanto el concurso a reverenciarla y aclamarla por santa, que pasaba el coche por cima de muchísimas personas y a ninguno se sabe que hiciese daño, y decía la misma gente que tal aplauso no le vieron jamás.
Muchas más maravillas se vieron de [las] que se está haciendo información. Junto al convento de Calabazanos salió una pobre mujer con un niño de veinte días nacido, diciendo a nuestra madre que por no tener leche con que sustentarle se le moría, y pedía a sus vecinas lo hiciesen de limosna, e incontinentemente brotó tanta leche que fue imposible el detenerla. Se ha notado mucho haberle sucedido esto en Semana Santa, y que cuanto se ha ejecutado en nuestra Madre ha sido a la letra lo que dice el Evangelio el día referido de Cristo Señor nuestro, tanto que el día antes que viniese la nueva, una monja de perversa vida, (que se cree la ha vendido y levantado algún testimonio), pidió a nuestra Madre algún dinero para sus necesidades, y buscándolo nuestra Madre, la dio (sin saber la cantidad) treinta reales de plata, que fue el precio que se dio a Judas. Todos niegan haber sido parte en tal cosa, y lo que aseguro a V. M. es, que los testigos que se dice fueron contra nuestra Madre es la gente más vil de la república, y los más escandalosos pecadores de ella con publicidad y certeza.
Doy cuenta a V. M. de ello para que lo tenga entendido Nuestro Señor etc. =Francisco Vallejo de la Cueva.